En esta serie, mi cámara se adentra en las calles, los hogares y los rostros de Cuba. No para romantizar, sino para ser testigo. Lo que emerge es un retrato de la vida cotidiana, donde la belleza está en los gestos, las miradas y la luz.
Me interesan esos espacios intermedios: la risa que sigue a un recuerdo, la quietud en un portal al mediodía, la prisa de un niño hacia un destino desconocido. No son escenas preparadas, sino ecos de vidas reales.
Mi fotografía nace de la empatía y la curiosidad. Busco honrar la fuerza silenciosa del pueblo cubano, su espíritu improvisado y las texturas que hablan del tiempo.
Esta es una Cuba vista desde dentro, más allá de los titulares. Una Cuba llena de ritmo, resiliencia y luz humana.